ANÁLISIS | Ricky Rubio y los Phoenix Suns, la gema escondida
Ricky Rubio jugará para la tercera franquicia NBA de su carrera
«No sabía que lo quería hasta que lo tuve».
Estas debieron ser las palabras que se cruzaron en la mente del jugador catalán cuándo supo que, en contra de todos los rumores y acuerdos apalabrados, haría las maletas hacía la ciudad de los cactus y el sol de justicia en vez de hacía el Estado del baloncesto y Pawnee. Un giro de acontecimientos que, de primeras, nos dejó con un sabor agridulce.
Hagamos una cronología de unos hechos que se desencadenaron en un par de minutos a velocidad de crucero. Todo empezó con Woj diciendo que Bojan Bogdanovic se iba a los Jazz a razón de 73 millones de dólares y 4 años. Acto seguido, los Pacers contraatacaban con la firma de Malcolm Brogdon a cambio de una primera ronda y dos segundas (y 85 millones en 4 años), algo totalmente impensable viendo la eficacia y corrección del base de los Bucks. Y segundos después, sin habernos dejado tiempo para digerir este movimiento, Jeremy Lamb llegaba a Indianápolis por 31 millones en 3 años. Es decir, que los Pacers habían cambiado a Bogdanovic por Lamb y Brogdon en un momento, a mi entender un paso adelante en la tarea de hacer un equipo más competitivo.
Pero lo que no veíamos porque estábamos con los ojos en blanco tras tanto trajín era que Ricky ya no tenía hueco en el equipo. Con Brogdon en el base y Oladipo en el escolta, ¿podrían los Pacers ofrecer a Ricky un buen contrato acorde a su estatus y un rol en consonancia con su calidad? Pronto se desveló la respuesta: No. Los Suns se hacían con los servicios del base a razón de 51 millones y 3 años. Pero, ¿por qué? Al parecer, los Jazz habían apostado fuerte por Mirotic, pero lo que nadie pensaba era que el montenegrino nacionalizado español tenía planes de volver a Europa. Plan B, Bogdanovic, y de ahí toda la cadena. Y en este caso, cuánto peor, mejor.
¿Es un paso atrás en la carrera de Ricky Rubio el haber firmado por un equipo que lleva desde 2010 sin haber entrado en la postemporada, cuyas oficinas hacen traspasos que te dejan preguntándote dónde se han sacado el título de GM o que nunca fallan a la cita de ser reconocidos como el equipo sacrificado para devolver a Seattle una franquicia de la NBA? En lo deportivo, sí, sin duda. En lo personal, no. Y me explico, bajad el bate.
Ricky Rubio empezó su carrera profesional poco después de dejar el biberón y los pañales allá en la Penya. Al instante sorprendió por sus pases y habilidad en el campo abierto. En el Barça lo confirmó y en la NBA llegó con el cartel de mago, del jugador que daba el toque de espectáculo y magia que hacía levantar de su asiento al público. Sus primeros años en Minnesota fueron eso, un equipo perdedor pero que siempre te dejaban jugadas para el recuerdo. Después en los Jazz, Ricky se moderó, acorde al equipo en el que estaba. Partidos más espesos, a media pista, 5 contra 5. Sus asistencias y robos bajaron y su juego se tornó grisáceo. Mejoró como jugador, seguro. Aprendió a jugar el baloncesto serio, el que te da campeonatos, y aparcó la alegría del campo abierto.
Entonces, ¿por qué el ir a los Suns es un buen movimiento para Ricky? Porqué es una oportunidad para volver a las raíces, reencontrarse con el baloncesto que le hizo grande. Volver a dar pases en carrera, encontrar al hombre liberado con un pase imposible o penetrar con una finta para dejar a su defensor en el suelo. ¿Ganará un anillo con los Suns? Probablemente no. Pero su estancia en el equipo le dará cartel de nuevo, y podrá disfrutar jugando mientras lo hace. Los Suns son un equipo joven con piernas frescas. Booker y Ayton son objetivos perfectos para ser receptores de sus pases, y Cameron Johnson, el rookie de North Carolina, puede suplir su falta de físico por entrenar su posicionamiento y estar con las manos preparadas para lanzar de 3.
Lo que sí que parece es que Ricky ha encontrado, o le han encontrado, el sitio que ningún gurú le recomendaría. Cual protagonista de película que se encuentra un equipo lleno de niños problemáticos, con sobrepeso o con temas que resolver en casa, Ricky tiene la oportunidad de levantarlos, entrenarlos, darles una idea y un sentido y poder encauzarlos hacia el éxito, que en este caso es ser algo más que el destinatario lógico del pick 1 cada año. Ricky ha encontrado su sitio en un equipo sin exigencias que tiene piezas interesantes con las que trabajar, y será muy interesante ver como juegan estos Suns que desde Nash, salvando un poco las distancias, no han tenido un base organizados con el que poder hacer girar sus piezas. Buena suerte y aciertos, Ricky.