Con 35 primaveras a sus espaldas, la última temporada en blanco, un sueldo de 25 millones de dólares y con sus Lakers inmersos en la más profunda hecatombe de su Historia. Esta es la situación de Kobe Bryant. Un jugador que lo ha dado todo por los angelinos, ejerciendo de símbolo de los de oro y púrpura durante mas de 15 campañas, devengando 5 anillos y coronándose una vez MVP, pero que en opinión de quien esto firma, en la actualidad se presenta mas como una carga que, como antaño, un jugador diferencial, que hacía de la anarquía una delicia visual y una escalera a la gloria.
Hoy día, la franquicia propiedad de la familia Buss, que apenas cuenta con Sacre y el propio Bryant con contrato en vigor, se encuentra sondeando el mercado en busca de – aparte de completar la casi totalidad de su róster – un nuevo entrenador. Resulta ardua tarea llevar a cabo la más que necesaria reconstrucción en una escuadra de tal empaque como esta, ya que, para, partiendo de cero, volver a confeccionar un bloque con aspiraciones reales al título, es imprescindible una alta dosis de paciencia; la cual brilla por su ausencia entre la afición del Staples.
Pero, para comenzar de nuevo, los californianos deben deshacerse, ineludiblemente, de fichas elevadas como la de Kobe. Cortar con la más fiel de las esposas, el hijo favorito de la marea Laker, el mártir de los angelinos por excedencia. Un adiós dramático y necesario a partes iguales. Y, por qué no, cambiar la vestimenta de corto por la corbata. El escolta, que siempre ha necesitado de peso en las decisiones que, en teoría, son tarea del General Mánager, podría realizar una gran labor en los despachos.
La «Mamba Negra» acabaría así con – sin lugar a dudas – una de las más prolíficas carreras en la historia de la NBA. Un recorrido que incoó en Charlotte, franquicia que le seleccionó en el «Draft de 1996», y en la cual no llegaría siquiera a debutar, ya que fue inmediatamente traspasado al equipo de sus amores, Los Ángeles Lakers, en los que, en su tercera temporada, explotaría para permanecer por siempre en el «Olimpo». Fue entonces cuando llegó Phil Jackson de la mano de Shaquille O’Neal, con el cual moldeó un tándem más que excelso, llegando a alzarse con 3 campeonatos. Pero las múltiples desavenencias, provocadas, hábito entre jugadores de tal relumbrón , por sus egos indomables , pusieron punto y final a aquella asociación de ensueño. Tras 4 mediocres años para la franquicia, el escolta, coincidiendo con la llegada de Pau Gasol, fue de nuevo capaz de llevar al equipo de su vida a la gloria, alzándose con 2 nuevos anillos de campeón. Desde aquel momento, todo son sinsabores para el genio de Philadelphia, sumergido en una aciaga porfía de la que ni el sentido común, ni la fortuna con las lesiones, le permiten salir triunfante.
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