Los Boston Celtics deben evitar la mediocridad

Buscan no quedarse en tierra de nadie

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Foto: Paul Keleher (CC).

Pocas cosas son peor valoradas que la mediocridad en la NBA. Finalizar una temporada en esa tierra de nadie que no te permite evolucionar de forma natural a no ser que se produzcan movimientos importantes en la plantilla. Ninguna franquicia quiere terminar un año en ese limbo que ni te permite luchar por el título, ni te deja ser uno de los primeros equipos en seleccionar a un jugador que pueda cambiar tu rumbo en el próximo Draft. El deporte americano tiene esa peculiaridad, es mejor dejarte llevar y acabar último que ser «uno más».

Precisamente, los Boston Celtics quieren dejar de ser otro equipo más de la liga para intentar volver a la cumbre; esa que ha convertido a la franquicia de Massachusetts en la más laureada de la historia de la NBA. Hay que reconocer que el equipo no siempre ha vivido épocas gloriosas, ya que durante muchos periodos de tiempo no se llegó a luchar por el anillo ni por asomo. Tras saborear de nuevo el éxito vivido gracias a los Russell, Cousy o Havlicek, con los Bird, McHale y Parish allá por los 80, los Celtics entraron en un bucle de decepciones como los fallecimientos de Len Bias y Reggie Lewis, la «gloriosa» temporada de Rick Pitino al frente del equipo, etc. Todo volvió a la normalidad con las incorporaciones de Kevin Garnett y Ray Allen que se juntaron a Paul Pierce para ganar el título en 2008 y llegar a las Finales en 2010. Como todo, esa etapa llegó a su fin, y los tres abandonaron Boston junto al optimismo de la gente.

Por suerte, parece que esta nueva travesía por el desierto no será tan larga como parecía en un principio, y todo gracias a un Brad Stevens que devolvió a los «Orgullosos Verdes» a los Playoffs contra todo pronóstico la pasada campaña con un equipo por el que casi nadie daba un duro. Los aficionados de los Celtics, por el momento, no tendrán que esperar a que el próximo Bird o Pierce llegue volando a Boston con un coro celestial tras un pick 1 0 2 del Draft (aunque no nos importaría en absoluto), y pese a no tener todavía a un gran líder en el roster, la confianza en la plantilla es absoluta.

Los Celtics mejoran año a año de forma más que evidente. Ya lo hicieron el año pasado cuando el equipo empezaba el curso 2014-2015 tras haber firmado una de sus peores marcas de la historia la temporada anterior, y el resultado fue un récord cercano al 50% de victorias (40-42) y el 7º puesto en la Conferencia Este que les permitía volver a estar presentes en los Playoffs. Desafortunadamente, los Cleveland Cavaliers fueron un primer obstáculo fuera del alcance de los de Stevens, que fueron barridos por 4-0 ante el equipo de LeBron James. Pese a esta contundente eliminación, las sensaciones fueron más que buenas, y en verano se ha intentado mejorarlas aún más. Los fichajes de David Lee y Amir Johnson son más que adecuados dadas las características de la plantilla, y los tres rookies, Terry Rozier, R.J. Hunter y Jordan Mickey, están demostrando durante la pretemporada ser grandes aciertos por parte del despacho de los Celtics dirigido por Danny Ainge.

Es cierto que este verano todos esperaban fuegos artificiales en Boston, ya que la franquicia vuelve a ser muy atractiva visto lo acontecido en la última temporada. Los Celtics estuvieron metidos en todos los rumores durante la noche del Draft 2015, donde nombres como Jahill Okafor o Justise Winslow sobrevolaron el TD Garden, pero finalmente Ainge no pudo hacer «magia», como también ha pasado en el caso de los Agentes Libres y los traspasos. No, por mucho que lo intentamos desde el «Despacho de Auerbach» no pudimos contratar a DeMarcus Cousins, pero seguimos confiando.

Pese a todo, la plantilla encara la temporada que está apunto de comenzar con ganas de seguir mejorando, y muchos apuestan a que ese será el caso porque, de nuevo, no hay que conformarse con la mediocridad. Qué quieren que les diga, el resultado de la temporada pasada fue un éxito, de acuerdo, pero hasta donde alcanza mi conocimiento hay 17 banderas en el techo del TD Garden para recordarnos el nombre de la mejor franquicia de la historia, y eso, como todo poder, conlleva una gran responsabilidad. Cierto es que los Celtics no van a pelear por el anillo este año, pero un 7º puesto en la conferencia y una eliminación en la primera ronda de Playoffs no se acerca ni por asomo al lugar donde deberíamos estar.

Vale, lo admito, quizás esté algo crecido a pocas horas del ansiado comienzo de un nuevo curso en la NBA, pero si ustedes siguen nuestro «Podcast El Despacho de Auerbach» recordarán que a la pregunta sobre el número de victorias en esta temporada contesté cual Larry Bird aburrido y tirando con la zurda ¡¡¡81!!!, por lo que sí, se me suele ir la cabeza muy a menudo. Desde esta redacción y desde los propios Celtics se ha declarado que el objetivo debe ser alcanzar de nuevo los Playoffs y conseguir pasar, al menos, una ronda para seguir mejorando año a año. Nuestra meta no debe ser, ni nunca debería serlo, acabar entre los últimos clasificados para así conseguir una buena elección de Draft, y es que en Boston no hay amantes de los «tanques». Además, hay que recordar que poseemos los picks de primera ronda de los Brooklyn Nets y los Dallas Mavericks, que, lo siento por sus seguidores, no tienen pinta de hacer una buena temporada. Con esta situación, los Celtics pueden conseguir uno de los mejores 2×1 de la historia: buena clasificación y dos de los mejores jugadores del próximo Draft por el mismo precio.

Poco a poco los Boston Celtics vuelven a su sitio, un lugar muy lejano al país de la mediocridad y el conformismo tan habitado en la NBA. Ya quedan escasas horas para que Brad Stevens y sus chicos nos demuestren  si nos equivocamos o hemos estado en lo cierto durante este largo verano, y los Celtics vuelven a dar otro pasito más hacia la cumbre.