Evan Turner y los demás secundarios

No basta con las exhibiciones de Lillard y McCollum

Evan Turner Portland Trail Blazers-Another Believer (CC)
La segunda unidad debe dar un paso al frente-Another Believer (CC)

El año pasado, Evan Turner jugó un papel fundamental en la segunda unidad de los Boston Celtics. Con él en pista, la creatividad y la fluidez estaban aseguradas. Sorprendió con más de una actuación decisiva en esos partidos que llegaban igualados al final, esos que requerían la aparición de un chico disfrazado de superhéroe para robarles los focos a los protagonistas habituales. Turner renació en Massachusetts tras un final de temporada 2013/2014 nefasto con los Indiana Pacers, franquicia que mantiene con él una relación de odio mutuo realmente justificable. Aquí surge la primera pregunta que debería hacerse cualquier seguidor de los Blazers hoy: obviando las dotes de Brad Stevens, ¿cuál fue la clave de ese resurgir? El balón.

Con 29 partidos de temporada ya disputados, el point forward formado en Ohio promedia menos de 25 minutos en pista por noche, una cantidad muy baja si tenemos en cuenta que solo en su temporada de novato contó con menos protagonismo. La creatividad y la fluidez a las que nos había acostumbrado han sido remplazadas últimamente por un dato especialmente preocupante: mientras Evan Turner juega, los Blazers pierden por casi seis puntos y medio.

Lógicamente, en este mundo actual en el que la información viaja entre todos nosotros a la velocidad de la luz, tales registros no pasan para nada desapercibidos. A las masas de aficionados les atraen los números impactantes. ¿La reacción a este dato? La más obvia, por supuesto: críticas sin fundamento y juicios prematuros.

¿De dónde sale el terrorífico -6,4?

Como bien decía el protagonista de Juego de supervivencia, «Hay algo que uno debe hacer antes de disparar cuando encuentra un arma: comprobar siempre el cargador». Con el deporte y la estadística -o, más bien, su interpretación- pasa exactamente lo mismo. Por tanto, comparemos la peor marca de Turner con los datos de aquellos que conforman la segunda unidad de los Blazers:

  • Allen Crabbe. -4,1 en 27,5 minutos.
  • Ed Davis. -2,6 en 18,3 minutos.
  • Meyers Leonard. -0,5 en 15,6 minutos.
  • Noah Vonleh. -2,7 en 11,8 minutos.
  • Jake Layman. Es el único que se mantiene en positivo… y el que menos juega, ya que no llega a los 7 minutos por partido.

Seamos sinceros: la estadística del +/- es visual, no realista. No refleja el rendimiento de un jugador, pues depende tanto de él como de los 4 hombres con los que comparte pista en cada momento.

¿Qué conclusión podemos sacar de todo esto? Evan Turner no es, ni mucho menos, el único responsable de los males de los Blazers. La segunda unidad -y con «unidad» me refiero a «bloque, conjunto, grupo»- sí tiene gran parte de culpa de la poca regularidad que está mostrando el equipo. El roster es prácticamente el mismo que el que el año pasado sorprendió a todos por su capacidad para luchar contra un hipotético fracaso que habría resultado comprensible y hasta esperado. Los Blazers están viviendo un mal momento, pero la lógica me dice que la solución a muchos de los problemas, que yo resumiría en defensa, consistencia y capacidad resolutiva, no puede andar muy lejos.

Uno de los problemas

Sé que no tengo la pócima mágica. No osaría criticar todo un sistema portando inexperiencia e ignorancia como mis más ilustres credenciales. Pero sí puedo ver lo evidente para sugerir lo sugerente. Así que esta vez me permitiré el lujo de cuestionar por un momento el sistema que parece imperar en Portland.

Damian Lillard acumula 796 puntos. CJ McCollum suma 638. Los Blazers han anotado, en 29 partidos, 3.174. Es decir, 2 jugadores acumulan más del 45% de los puntos totales. Este dato ofrece dos interpretaciones principales: la primera, esperanzadora, nos recuerda que Portland tiene dos excelentes líderes prematuros; la segunda, algo más pesimista y por tanto más interesante, nos sitúa cara a cara frente a una realidad preocupante: ¿qué ocurre cuando ellos dos no están encendidos o cuando las defensas consiguen asfixiarlos por un momento? ¿Quién aparece cuando el balón quema, cuando el rival sabe que puede ganar y lo desea tanto como tú, cuando el reloj aprieta, cuando Damian y CJ se ven con toda la presión encima después de unos 40 minutitos tirando del carro? Ese es el momento del chico del disfraz de superhéroe.

Una de las soluciones

Démosle incluso otra vuelta más al asunto teniendo siempre presente ese 45 %… ¿Qué pasaría si hubiera más de un chico disfrazado? ¿No sería maravilloso que Lillard y McCollum pudiesen llegar algo más frescos a los minutos finales? ¿No es más fácil jugar contra una defensa que teme a cinco chicos que contra una que solo tiene miedo a dos? La respuesta a todas esas preguntas, para mí, es clara y concisa: sí. Ahora bien, ¿es eso posible? No sin dudarlo pero optando por el optimismo, vuelvo a ser claro y conciso: sí, es posible.

Responsabilidad, presión y culpa son directamente proporcionales. Portland tiene un equipo joven y este verano se ha optado por la continuidad. Seamos previsores: ¿conviene atar a Harkless, a Crabbe, a Evan Turner y al desafortunado Ezeli si el plan consiste en utilizar al individuo como primera opción y hacer del bloque un mero recurso? Mi respuesta será la opuesta esta vez: no, no conviene. La plantilla ha demostrado tener talento y además promete alcanzar un techo aún desconocido si tenemos en cuenta que la química debería ser cada vez mayor.

Contemplemos lo evidente: las exhibiciones de las dos estrellas no son suficientes para ganar tantos partidos como se esperaba. Cuando los mejores dan todo lo que tienen, rinden a gran nivel y aún así los resultados no acompañan, hay que empezar a pensar que algo importante falla. Si se pretende ganar repitiendo lo que hasta ahora no ha dado resultado, el fracaso resultará rotundo y demoledor.

Propuesta decente

Hoy en día cuesta imaginar a unos Blazers en los que Lillard y McCollum no tengan que jugarse la mitad de los tiros del equipo. Pero ¿no parecía también impensable que este grupo llegase a semifinales de conferencia la temporada pasada?

Si la confianza en uno mismo fuera mensurable, describiría seguro la misma curva que una función exponencial. Con esto quiero decir que sí se puede formar un equipo de jóvenes disfrazados de superhéroes. Hay que dejarlos jugar, hay que darles la oportunidad de demostrar que pueden dar también la campanada. Al principio fallarán y los resultados no llegarán. Pero todo es cuestión de tiempo, especialmente si se trata de un grupo joven que tiene como objetivo llegar muy lejos en los años venideros. Sé que suena algo atrevido, pero diría que los Blazers no deberían interpretar como un fracaso el perder más partidos que el curso pasado. Ganar en muchas noches de temporada regular es siempre buena señal, pero lo que realmente debe perseguir la franquicia de Oregon es la excelencia.

Yo lo tengo claro: es mejor ser un gran equipo en un futuro próximo que agobiarse con los resultados en un presente complicado. Es un discurso que corre el riesgo de ser tachado de pesimista o conformista, pero para mí es todo lo contrario: en la NBA no sobran oportunidades, así que hay que hacer todo lo posible para coordinar el mejor momento propio con el peor momento ajeno. One shot, one opportunity. Este no es el año de llevarse el anillo, hoy toca aprender.

Entonces, ¿qué creo que se debería hacer?

Quitar tiros y posesiones a las dos estrellas es la única forma de evaluar al resto de la plantilla. Se vive muy bien cuando los mejores te cubren, pero los bloques se compactan solo cuando todos encuentran su sitio en el sistema. Si con confianza y paciencia los secundarios responden, el proyecto habrá dado un paso adelante importantísimo en el duro camino hacia el éxito. Si por el contrario el equipo no muestra signos de mejora y el avance se estanca, tendremos ante nosotros la prueba de que el bloque construido nunca fue el adecuado. Detectar pronto las decisiones condenadas al fracaso es esencial de cara a aprovechar las piezas que funcionan e intercambiar lo antes posible las que nunca fueron compatibles. Quitando responsabilidad de los hombros de los dos líderes jóvenes, ¿qué es lo peor que podría pasar? ¿Que se perderían más partidos este año? Benditas sean las derrotas didácticas.

Evan Turner, dueño de la segunda unidad

Le costó adaptarse. Empezó realmente mal, algo que no nos sorprendió a los que tenemos en cuenta que a veces parece un jugador salido de otra época. Levantó el vuelo poco a poco y cerró un periodo de 8 jornadas con promedios de 12,6 puntos y 3,9 asistencias con un 52% en tiros de campo, dando además la sensación de estar integrado y de ser consciente de dónde debía colocarse en cada momento. Últimamente, al igual que el resto del equipo, no ha estado fino. Pero toda mala dinámica es finita; con el corazón que pide Lillard y la calidad que atesora el roster, los buenos marcadores volverán más pronto que tarde.

Es cierto que el estilo de «Mr. President» con frecuencia no convence, sobre todo porque hoy en día al aficionado medio le atraen virtudes que Evan Turner no posee. Pero ¿de verdad importa que no meta un triple si a cambio puede hacer todo lo demás? Poco a poco, el equipo se acostumbrará a él y él se acostumbrará al equipo. Muchos se habrán encontrado en lo que va de temporada con más de una crítica hacia Turner basada en su -6,4… pero ¿cuántos se han dado cuenta de que tiene una proporción asistencia-pérdida y un assist ratio mejores que las de las estrellas del equipo?

Evan Turner ha demostrado que puede ser un jugador decisivo más allá de sus números. Ha hecho un esfuerzo por acoplarse y aprender a defender a su nuevo grupo, ha interiorizado que torres como DeAndre deben pasar primero por encima de él si quieren tocar a sus camaradas. Es un jugador inteligente, toma buenas decisiones. Sabe revolucionar partidos, cambiar dinámicas (para bien) y tiene el curioso don de aparecer cuando se le necesita. Por tanto, seamos pacientes, dejémosle maniobrar sin presión, tengamos en cuenta que la única forma de llegar verdaderamente lejos pasa por conseguir que el peso esté repartido. Debemos darle el balón;  Evan Turner sabe lo que hace, dejen que la amase, que como Duncan lo abrace, que cuando quiera la pase. No hay nadie como él para un trabajo que consiste en asumir responsabilidades y cubrir las espaldas de protagonistas y secundarios.

Ahora mismo, Evan Turner es un niño consciente de que, dentro de no mucho, podrá ponerse el disfraz. Desde aquí hago un llamamiento a sus detractores y rivales: vayan ustedes buscando un buen refugio. El tiempo vuela y, cuando el traje le quede bien, no habrá nada ni nadie que los ampare. Ni siquiera una estadística llamativa.